jueves, 27 de marzo de 2025

Entre tierras (Serie), by Pablo Guerrero

Tengo que decir que la serie empieza de una manera lamentable, que no hay por dónde pillarla. De esto que te dan ganas de decir: me rindo desde ya, yo esto no lo veo ni borracha. 

Llega un señor sesentón, el mismísimo Juanjo Puigcorbé, a un pueblucho almeriense a buscar novia adolescente. Hace un casting entre las doncellas del lugar y finalmente se decide por una hermosa quinceañera que está casi decidida a casarse con el abuelo a cambio de que su familia totalmente arruinada pueda sobrevivir. En esto que la hermana de la muchacha, unos quince años mayor que la niña, una solterona prácticamente, interpretada con su solvencia habitual por Megan Montaner, se ofrece al caballero a cambio de su hermana con el argumento de que ella es más mujer y le será más útil. 

Vale, el señor cambia novia adolescente por solterona, guapa pero pelín pasaílla (recordemos que le gustaban jovencitas), y nos lo tragamos con benevolencia. Y resulta que al llegar al altar nos enteramos de que esto no es una boda normal sino que es por poderes y que el señor representa a su sobrino. Vamos, que el probable pederasta no es él sino el muchacho. Y la solterona casadera al enterarse, lejos de dar gracias a todos los santos por no tener que meterse en la cama con el vejestorio entrado en carnes, se pilla tremendo cabreo porque nadie le había comunicado esta particularidad. Y dice que entonces no hay trato, que no está ella pa tonterías. 

Conste que no revelo nada que no se vea en el primer episodio. Como podréis comprender a una le entran ganas de agarrar el mando y tirarlo contra la tele. Tomadura de pelo máxima, menuda locura de guion, cada día nos toman por más gilipollas... En fin, toda la retahíla de improperios que sueltas cada vez que empiezas a ver un bodrio de estos.

Pero al final decides darle una oportunidad, aunque solo sea para venir después aquí a poner la serie a parir. Y resulta que conforme van pasando los capítulos el culebrón va mejorando, y te vas enganchando, y los diálogos son un poco menos ridículos que los del primer día, y a veces hasta tienen su enjundia, y coño, esto no está tan mal, he visto cosas peores. Hay malos muy malos, zorras muy zorras, valientes heroínas, amor puro, diversidad sexual... en fin, el pack completo.  Total, que te picas a ver cómo acaba esto y que te quedas hasta el final. Y ya a partir de ahora tengo que pasar a spoilear porque lo que viene sí revela partes que podrían joder un pelín al que decida verla.

El final consiste básicamente en que van cayendo poco a poco todos los tíos y son las mujeres, unidas y sí, la palabra maldita, empoderadas, las que arreglan ellas solitas todo el lío del Montepío. Ellas perdonan las ofensas pasadas, todas al unísono en franca sororidad deciden hacer justicia y ponerse de acuerdo para tenderle una trampa al villano, pillarlo en falta y mandarlo al trullo. Si alguna fue en otro tiempo una auténtica hijadepiiii no se lo vamos a tener en cuenta porque está totalmente arrepentida y ahora ya es buena.  Incluso el bebé que esperaba Megan Montaner resulta ser niña, como no podía ser de otra manera.  Vamos, que el mensaje es claro y contundente: los hombres son viles seres, el mundo es de las mujeres.

Se salva únicamente el hermano de la protagonista, que ese no muere porque es homosexual y hay que salvarlo. Y en el último capítulo lo vemos viviendo en Barcelona con su maromo, y cómo no, en lugar de salir alguna escena tierna de los muchachos tomándose la mano paseando por el campo, se les ve en una habitación, en gayumbos blancos de la época, morreándose a mandíbula batiente como si no hubiera un mañana. Ya hemos salvado la nueva masculinidad, y hemos mandado a todo el heteropatriarcado tóxico a la tumba o a la cárcel. Mensaje correctamente recibido, Pablo Guerrero.

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